Si estando en la carretera oyes un bip bip
Ten la seguridad que se trata de mi
Y si intentas seguirme se va a anochecer
¡Pues ni el feroz coyote me puede comer!
Toda una generación vivió de cerca las aventuras en dibujos animados del Coyote y el Corre Caminos (Road Runner). Atrapar al veloz avestruz era el móvil de la historia y siempre fue imposible. Muchos quisimos que un día el ave fuera devorada y brosterizada en aceite: pero esa es otra historia. La verdadera historia inicia cuando a algún marketinero astuto de Plymouth se le ocurre comprarle los derechos a Warner Brothers sobre el nombre y la gráfica del Road Runner de la famosa serie, y bautizar así a un auto que pretendía ser igual de veloz que el pajarraco en el cuarto de milla.
En sus inicios el Road Runner de primera generación era un auto cuadrado bastante poco agraciado, que cumplía con precio y prestaciones pero que no terminaba de cuajar en cuanto a diseño. (aunque se vendió muy bien). Este hermoso auto que te trae Tribumotor pertenece a la segunda generación de Road Runner, se fabricó entre 1971 y 1972, lo diseño Jhon Herlitz y contaba ya con un diseño mucho mas agresivo, redondeado y atractivo similar al Barracuda. El frente lleva un panel cromado gigantesco que luce como un bumper integrado al casco del auto, pero que en realidad es solamente decorativo. La cola luce levantada con aire de firebird de la época, salvo que las líneas de guardafangos terminan en línea recta.
Este monstruo que no se parece en nada al pájaro inocente de Warner lleva un musculoso motor v8 383 Mopar de 300 caballos, y unos excesivos 6500cc., alcanzaba el 1/4 de milla en 14 segundos.
Su actual propietario es un jóven entusiasta que lo tiene hace 3 años. «Con mi hermano buscábamos un mustang y cuando teníamos uno visto se cayó el negocio así que buscamos en una página de internet y con suerte lo encontramos. El auto estaba en Cuenca así que viajamos a verle un domingo ida por vuelta. Se negocio entre semana y al siguiente domingo otra vez fuimos ya para traerlo. Dejamos un auto como parte de pago y nos hicimos del Road Runner. Fue una cosa de locos porque no sabíamos como estaba el auto así que le llevamos desde Cuenca a Riobamba en plataforma y ya ahí nos animamos a manejarle hasta Quito. La experiencia de tener un primer auto de ese nivel hizo que no podamos esperar y lo hicimos rodar. El auto fue noble llegó bien y ya en casa empezamos a mejorarle» – nos cuenta.
«El auto de lo que conocemos fue de un empresario muy reconocido en Cuenca y luego estuvo en manos de la persona a la que le compramos quien le restauró parcialmente y lo tuvo por un corto tiempo. Al inicio pensamos que no eran originales las líneas de la pintura, pero investigando descubrimos que el auto mantenía el decorado tal como salió de la fábrica. Con el análisis del VIN verificamos que ese era el look original y que fue hecho bajo pedido. A la suspensión le hicimos mantenimiento, le mejoramos la dirección, cambiamos empaques, pusimos el alerón ya que encontramos que tenía los huecos listos para colocar y el resto no le hemos hecho casi nada al auto, tiene originalmente 86000 millas.» -nos cuenta orgulloso.
La pasión fundamental de los autos es que aunque son cosas, los vínculos que se forman y se construyen son muy intensos y profundos y ésta no es la excepción. «Lo que mas aprecio de los autos es la posibilidad de compartir con mi hermano esta pasión por los autos desde niño. Nosotros somos de los que desbaratamos los autos y arreglamos todo lo que podemos arreglar. Pasamos horas ayudándonos. Esas experiencias son lo mejor para mi.» -nos comenta.
Y es que toda la familia se ha integrado en esta afición de los muscle cars, tal es así que su hermano tiene un Mustang y su padre que nunca fue un entusiasta al verlos disfrutar tanto del tiempo y los paseos en los autos ha terminado por integrarse a la afición y está construyendo su camioneta propia.
«Para mi es un sueño cumplido porque es un juguete de tamaño real, espero que se quede siempre en la casa y espero disfrutarlo siempre y luego cuando tenga hijos ellos lo disfruten también. Es parte de la familia y la familia no se vende, no se cambia, no se abandona. No soy de los que les gusta tenerle parqueado la idea es disfrutarlo, tener experiencias porque para eso son los carros.»
» Siempre que salgo la gente lo mira y se emociona, me gusta que el auto sea raro y que la gente no sepa que es y digan que lindo Camaro, que hermoso el Mustang. Lo valoran por lo que ven aunque no sepan la marca, ni el modelo. Siempre recuerdo en una exposición un niño vió el emblema del Corre caminos en el auto y gritó: ! veeee mami el Pato Lucas!. Me reí como loco con la anécdota y siempre la cuento. Al final es muy chévere que la gente le vea bien y se acerque a felicitarme por el auto, es una gran oportunidad de contarles la historia del nombre del auto, y que conozcan mas de él. En el interior del Road Runner no se siente la inmensidad exterior. El espacio es muy similar a cualquier otro muscle car, simple sencillo, con ciertos detalles que lo hacen particularmente deportivo.
Ésta increíble máquina es un juguete de adultos, un hot wheels de la vida real y la personificación del Corre Caminos que encabronado corre por la carretera encendiendo el asfalto en su huida. Larga vida a las máquinas que se fabricaron en una época en que el consumo de la gasolina no castraba los motores. Un hermoso auto que merecía estar en esta nueva edición de Tribumotor: contenido automotriz 100% producido en Ecuador.